1 “Si es que soy un artista...” dice Roque
2 Acta de la Tertulia de
Illescas del 10 de octubre de 2014
Fuimos ocho en Las Cadenas a las 20h15' del día de la
fecha. Se habían excusado Antonio y José María que estaban de viaje y Miguel
Angel, haciendo teatro. También Saudí por razones personales. Se incorporaba
“Roque”, en realidad llamado Antonio Madrigal, cuya animada conversación casi
monopolizó el desarrollo de la reunión con gran agrado de todos los presentes
que le interrumplían para comentarios jocosos y para “tirarle de la lengua”. No
hacía falta mucho para que se lanzara: su locuacidad y simpatía es conocida en
todo el pueblo del que puede considerarse casi una institución que anda en un
velomotor con una pierna extendida fuera del estribo correspondiente.
Se presentó con una antigua fotografía color sepia
reproducida con bastante calidad en tamaño Din A3. Había en ella cuatro hombres
y un chiquillo. Fue pasando de mano en mano mientras él, Roque, designaba a los
en ella presentes y a sí mismo con diez años de edad. Como dijo tener ahora 77
años, y en la foto, sólo 10, correspondía más o menos al año 48 del siglo
pasado,
Por entonces ya trabajaba como galopín con Alejandro
Fernández Cubas, uno de los hijos de Don José, llamado por todos “el cura” -
había sido sacerdote y colgó los hábitos para casarse con su ama. Estando Roque niño un día en la plaza Mayor,
vio a un señor que se bajaba de un “haiga” (es decir, un automóvil americano
que por entonces eran casi tan anchos como largos)[1] y que se le volaba el
sombrero. Corrió a buscarle, le limpió el polvo con el codo y se lo entregó al
señor que resultó ser Domingo Ortega, torero muy famoso natural de Borox, que
venía a pagar la “[2]contribución”
a casa de Barroso, el recaudador. Le premió el favor con una propina regia de
100 pesetas (bastante más que el jornal de una semana) y el niño se fue
corriendo a su casa para presumir delante de su madre. Esta no le creyó, pensó
que lo había robado y le dio la paliza con la que las señoras de aquel
tiempo enderezaban nuestras malas
costumbres. Tuvieron los testigos que aclararle la historia, se guardó el
dinero, pero no pidió perdón a Roque simplemente porque no era habitual.
Aunque todo el mundo le llama Roque, es un mote que debe
a su abuelo y su padre por el hecho de haber nacido aquel en la fiesta de dicho
santo en el mes de agosto. Don José el cura era un gran terrateniente a base de
prestar dinero con garantía de los terrenos y vivía en la actual calle de la
Cruz, acera de los pares, hacia la mitad, en una gran casa de su propiedad que
daba por el otro lado a la calle de El Greco. Tenía una enorme bodega que
llegaba hasta debajo del Convento de las “Encerradas”, por debajo de la calle
de las Monjas. Poco antes del final de la cueva, había en el suelo un gran pozo
que Roque resolvió poniendo sobre él varios tablones con los que llegar a las
tinajas en que se guardaban las legumbres.
Ganaba por entonces un duro (5 pts) diario, casi un
jornal de hombre, que entregaba en su casa y manejaba mucho dinero (habla de
10.000 pts), para compras o en pago de deudas, incluso trayéndolo de otros
pueblos por el campo, en algún caso escoltado por la guardia civil, a petición
de su “amo”. Este se arruinó, poco antes
de morir, pues pasaba el día en el bar de “la Colorá”[3] bebiendo e invitando a
cualquiera que se lo pidiera. Roque pasó a trabajar en la fábrica de ladrillos
de Arrogante, en la durísima tarea de “encañar y desencañar” los ladrillos
secos y cocidos respectivamente, en la que estuvo tres o cuatro años.
En su trabajo anterior, presume de haber estado bebiendo
en el bar Chicote de la Gran Vía madrileña. Después de cobrar la leche de las vacas de su amo, que vendía a domicilio
en Illescas, una vez al mes le acompañaba a Madrid y, como tenía muchas
amistades, una de sus paradas fue en dicho bar famoso por sus cócteles de moda.
Acompañaba, con 14, años al hijo de Alejandro a los partidos del Madrid y le
sisaba a su amo yendo a pié y ahorrando lo del Metro. Dice después que ha cenado una vez con Plácido Domingo y que recibió en la mejilla un beso de la novia
de Beckan, (olía muy bien) el jugador de futbol, todo ello como consecuencia de
la relación estrechísima que le une con Florentino Pérez, el presidente del
Real Madrid Club de Futbol.
Esta comenzó a raíz de la presentación de candidatura de
dicho señor para el citado puesto donde contó con las diferentes peñas de
aficionados, entre ellas la llamada “El Nido” que presidía Roque en Illescas.
Dice que llegó a conseguirle 460 votos (se supone que de compromisarios) pero, lo que al principio podía ser un
agradecimiento interesado, con el paso del tiempo se ha convertido en una
franca amistad, que le ha valido tener un sitio especial (para que pueda
mantener su pierna extendida) en el palco de autoridades del Bernabéu cuando lo
desea, y haber viajado con el equipo por todo el mundo - cita Moscú[4], Houston, y Turquía - en
buenos hoteles donde vigila el comportamiento de los jugadores.
Su hijo, ingeniero de Caminos, no necesitó recomendación
para trabajar también en el Real Madrid. Cenando un día con él y con
Florentino, el ex-Rector de la Politécnica resultó conocer a ambos al haberlos
tenido como alumnos y habló tan bien del hijo de Roque que se ganó un puesto de
trabajo inmediatamente.
Como presume de un reloj de marca, también regalo de
Florentino, Emilio dice que a él le han robado uno, también bueno, y que está
citado en el Juzgado, pues parece ha aparecido en manos de unos ladrones
posiblemente de nacionalidad rumana
En la fábrica de ladrillos estuvo hasta el año 1961 en que
empezó a trabajar en UFAC, una fábrica de piensos del Tajo que también entró en
quiebra después, en la que estuvo durante 24 años. Estando en ella un
suministrador de Pantoja, conduciendo un coche sin seguro, se saltó un stop y
le produjo, yendo en su vespino, lesiones muy graves, pues para evitar la
gangrena, los médicos hubieron de eliminar el juego de la rodilla para el resto
de su vida.
Tuvo relativa suerte, pues el accidente fue calificado
como de trabajo “in itinere” con el reconocimiento del 50% del jornal, y además
recibió una fuerte indemnización que el causante pago sin discutir. Como para
todo tiene anécdotas, relata que cuando fue operado los enfermeros se olvidaron
de él en el quirófano donde le “descubrieron” a la mañana siguiente. Pasó algo
de miedo en la oscuridad absoluta cuando se le pasó el efecto de la anestesia.
En cambio habla muy bien de la clínica de la Mutua en Majadahonda donde pasó 18
meses. Presume de haber conseguido todo lo que se había propuesto en la
vida...
Fue también muchos años operador de cine. Cuando sacó el
título, las prácticas de un mes las hizo
en el cine Rialto de Madrid y recuerda que ponían “El Cid”, protagonizada por
Charlton Heston. El cine de la calle Real, le daba mucha animación al pueblo, éramos
lo más avanzado de la Sagra. Había una sesión de cine erótico a las cinco de la
mañana y en las fiestas los mozos venían a dormir en las butacas. Algunas
películas se alquilaban “a porcentaje”, 60 % para la distribuidora y 40 % para
el propietario del cine.
Con las indemnizaciones del accidente, y como era agente
de la Almudena, una sociedad de entierros, puso un depósito de ataúdes con que
suministra a todas las demás sociedades, con las que mantiene una excelente
relación. Por ello se le ve casi siempre colaborando en los entierros.
Juan, antes de terminar, dice que Tomás, el responsable de la Biblioteca le ha pedido que se entreviste con Víctor, empleado de la misma para resolver los detalles del Rincón de la Tertulia.
Pediremos a Jose María, por su experiencia en papelería, que nos acompañe para organizar nuestra documentación allí. Y con la sonrisa en la boca, nos disolvimos a las 22h como de costumbre.
[1] Se llamaban así pues los que los poseían
solían ser ricos nuevos que no sabían decir correctamente “haya”.
[2] Equivalente al impuesto que ahora llamamos
IBI, sobre las tierras y edificios.
[3] En la esquina de la plaza Mayor donde estaba
el bar el Coyote, ahora cerrado hace varios años.
[4] Dice que en Moscú hay siete peñas del Madrid
a las que se dirigió en público animándolas a seguir.
Fernando Elena Díaz
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