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lunes, 13 de marzo de 2017

TEMBLORES

Pensaréis que me refiero a la película que con este título se estrenó en 1996, pero no es así. Me refiero con este titular a los sufridos en Pamplona el pasado día 10 causados por un terremoto de 4'4º.
El suceso me animó a presentaros este curioso artículo de Curistoria,  publicación que ya he mencionado en anteriores ocasiones,

                                                         o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o


(Zhang Heng)

¿Un sismógrafo hace 20 siglos? Sí, aunque no del todo. Un sismógrafo detecta un terremoto y señala la dirección y la amplitud de las sacudidas. En la actualidad, además, dibujan todo esto con un detalle máximo. Pero hace 20 siglos, un genio multidisciplinar chino diseñó un instrumento que detectaba los terremotos y su dirección, con una sorprendente sensibilidad y además, con un estilo y creatividad dignos de su cultura. Así, si no tenía todo lo que es un sismógrafo, tenía alguna cosa extra que compensa.

Zhang Heng, que así se llamaba, nació en el año 78 y sirvió como astrónomo para la dinastía Han del Este. Matemático, inventor, geógrafo, pintor, poeta… parece un hombre del Renacimiento, pero unos 15 siglos antes de tiempo. Zang Heng, viendo que China sufría terremotos se puso manos a la obra para diseñar un aparato que los detectara y que además indicara su origen, es decir, la dirección en la que se encontraba su epicentro. El diseño no sólo servía a su propósito sino que era original y bello.

Sobre un forma ovalada de cobre de unos dos metros y medio de diámetro, colocó ocho dragones, cada uno en una dirección, rodeando todo el huevo metálico. Cada dragón sostenía con su boca una bola, también de cobre. Sobre el suelo de la figura, en la base, había ocho sapos, colocados exactamente bajo los ocho dragones y con su boca abierta apuntando hacia arriba. Dentro del huevo había un sistema de péndulos y niveles que hacían al sistema sensible a los terremotos, muy sensible. Cuando una vibración terrestre llegaba hasta el invento, uno de los dragones abría la boca y soltaba la bola, que iba a parar a la boca del sapo. El dragón y el sapo indicaban la dirección del terremoto, de dónde provenía.

Tan sensible era el aparato de Zhang Heng, que en una ocasión cayó una de las bolas de la boca de un dragón sin que nadie hubiera sentido temblor alguno. Algunos atacaron a nuestro protagonista, asegurando que la máquina era un desastre. Hace 20 siglos de aquello, y entonces las noticias no se movían tan rápido como lo hacen hoy de un lugar a otro. Las noticias sobre un terremoto tardaban días en llegar a la corte. Así fue en aquella ocasión, y cuando llegaron dieron la razón a la máquina de Zhang Heng, no sólo porque había habido un terremoto lejos, que sólo había detectado su invento, sino porque el punto donde se había producido, en el este, también había sido determinado sin error. 
El aparato, como pueden ver en la foto siguiente, era además bonito.


(Reproducción del sismógrafo de Zhang Heng)

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