El pasado 21 de Junio, Bailón publicó un artículo convencido de resultar interesante para los contertulios y visitantes del blog. Hasta ahora el único comentario sobre dicho artículo lo ha subido Fernando Alejo, y a su negativa y escéptica apreciación le contesta el otro Fernando, Elena, lo siguiente:
El
otro día en la Biblioteca, viéndote con tu nieta y la ternura con que la
hablabas, resultabas difícil de identificarte con el que contesta a Juan en el
blog de la Tertulia. Y es que el Fernando cordial y cercano que conocemos
habitualmente tiene poco que ver con el radical que “te sale” cuando pretendes
profundizar en algunos temas.
¿Cómo
las creencias afectan a las investigaciones de los científicos?, Ni más, ni menos...
El tema de la objetividad y la subjetividad. Entre los que investigan, como en
todas las profesiones, hay sinvergüenzas: gentes que pretenden ascender en la
consideración de los demás y que no repugnan medios para conseguirlo y gentes
que directamente se dejan comprar por intereses más o menos espurios falseando
sus conclusiones. Pero la gran mayoría, lo que quieren simplemente es disfrutar
procurando aportar descubrimientos con qué hacer avanzar los conocimientos de
la Humanidad. Aunque parece demostrado que es casi imposible liberarse de los
“parties prises”, que su familia, su infancia, sus maestros, la cultura
dominante y tantas otras variables han dejado en su personalidad y que van a
influir por ello en sus afirmaciones.
Pero
para eso están los otros científicos que intentarán descubrirle dónde empiezan
los juicios de valor y dónde la verdad con mayúsculas. Argumentar objetivamente
es una de las tareas más nobles del ser humano. Pero de las más difíciles.
Sentado
esto, y con la mayor humildad, creo que se puede reconocer valor histórico a la
entrevista de Francisco I y el emperador Carlos en el palacio de Illescas, sin
sentirse coaccionado por las grandes tendencias sobre el origen del hombre y de
la tierra. E intentar hacer historia objetiva, es decir verdadera. Sin
perjuicio de estar universitariamente atentos a cómo evolucionan los
conocimientos en relación a aquellos temas que tu consideras más importantes
(probablemente lo son) y sin pensar que los demás esconden tras de máscaras sus
servicios al sistema que rodea a las ciencias actualmente.
Que
hay mucha morralla, no cabe duda, Que los procedimientos científicos para llegar
a la certeza están también sometidos a
un margen de error, sin duda. Que el científico tiene que ser por tanto
humilde y aceptar que sus afirmaciones son en alguna medida provisionales y
probablemente serán rebatidas o matizadas por otros en el futuro, evidente.
Pero
en tu artículo, después de recordarnos de una forma poética lo poco que es la
Tierra y la lógica tendencia al bien común que deberíamos tener sus habitantes,
el que adopta una actitud orgullosa eres tú.
Yo
diría que el conjunto de certezas “vendidas” por las instituciones políticas,
religiosas, militares y, más que ninguna, las económicas, es manifiestamente
mejorable. Y que no debemos dejar de denunciar cuantos defectos y mentiras se
nos quieran “colar” como certezas. Pero, todo ello usando también métodos
científicos y evitando por tanto caer en radicalismos sin suficiente base.
Prudencia sería, me parece, lo correcto lanzando hipótesis como lo son la mayor
parte de nuestras afirmaciones, pendientes de pruebas...
Perdona.
Me he enrollado y desde luego yo mismo no soy capaz de guardar la compostura
ante determinados hechos, Pero vamos a combatir por conseguirlo advirtiendo al
errado cuando proceda.
Un abrazo Fernando ciudadano del mundo.
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