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sábado, 8 de mayo de 2021

EL SANTO GRIAL, NUEVAS DUDAS

Por aquí andamos de nuevo amigos lectores. Hace ya bastantes días que tropecé con una de mis entradas deteriorada, concretamente la publicada el 26 de marzo de 2014 titulada ¿El Santo Grial pasó por Zamora, mi tierra?.

En la misma observé que los enlaces correspondientes a los dos Power Points mencionados no estaban activos. Traté de buscar otros similares por la red y localicé nuevos artículos y dos vídeos muy interesantes que me han animado a montar una nueva entrada.

Una de las versiones, pasando por Zamora y León.

Dentro de la iconografía religiosa, el Santo Grial no es una reliquia más: es LA reliquia. El recipiente donde Jesucristo transmutó el vino en sangre durante la Última Cena. "Tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados". El clímax de la Eucaristía. Más allá de la importancia capital del cáliz como objeto y símbolo para los devotos cristianos, la cualidad mítica del Santo Grial ha crecido gracias al relato esotérico que le confiere el poder de conceder el regalo de la vida eterna. Que se lo digan a Heinrich Himmler, que financió y encabezó la Deutsches Ahnenerbe, la Sociedad para la Investigación y Enseñanza sobre la Herencia Ancestral Alemana, que entre otras cosas lo buscó en Montserrat siguiendo las pistas que el ocultista nazi Otto Rahn había encontrado en el 'Virolai', el himno del monasterio catalán.

Durante la Edad Media, el culto a las reliquias —ya fuesen objetos atribuidos a Jesús o restos de santos— se disparó hasta cotas enloquecidas. Todas tenían propiedades mágicas y curativas y eran el foco de peregrinaje de los devotos. De ahí que por todo el territorio cristiano empezasen a circular miembros amojamados, incluso cuerpos completos, paños, ropas, instrumentos de martirio que, según aseguraban, habían pertenecido a Jesucristo, a la Virgen, a los apóstoles o a algún santo. Las reliquias se multiplicaron hasta el punto de que en distintos puntos del mundo reclamaban la autenticidad del mismo objeto mítico, como es el caso del Santo Grial: el papa Gregorio Magno, en el siglo VI, le regaló al rey visigodo Recaredo el cáliz de la Última Cena, hallado en la tumba de san Lorenzo, y que se conserva en la Catedral de Valencia desde 1437 por orden de Alfonso V 'el Magnánimo'.

En 2014, los historiadores Margarita Torres, profesora titular de Historia medieval de la Universidad de León, y el doctor en Historia del arte y museólogo José Ramón Ortega publicaron 'Los reyes del grial', un ensayo en el que propusieron una nueva teoría sobre el paradero del Santo Grial y que ha inspirado el documental 'Onyx, los reyes del grial', que se estrena el próximo 22 de marzo. La tesis: que el Cáliz de doña Urraca que guarda la colegiata de San Isidoro de León es, en realidad, el Santo Grial camuflado. La película, dirigida por Roberto Girault y que pasó por la última Seminci, desanda el rastro de textos históricos que podría unir el cáliz leonés con la reliquia de las reliquias. "Somos conscientes, tanto Margarita Torres como yo, de que esta investigación iba a originar una enorme polémica", admite Ortega en un momento del documental.

Aunque la leyenda mágica entorno al Santo Grial comienza a forjarse alrededor del siglo VI con los mitos artúricos, la realidad es que a lo largo de la historia se han encontrado documentos de diferentes épocas en los que se hace referencia al cáliz. "La tradición cristiana cuenta que Jesús fue a la zona más rica del Monte Sión y tomó la última cena en una casa prestada que tiene dos alturas. Y en la habitación superior tuvo lugar la reunión con sus apóstoles", cuenta el historiador James Tabor. Estamos en el año 33 d.C., en la noche previa a la Pascua judía, en la que se celebraba la alianza de Dios con el pueblo de Israel, que quedaba simbolizada por el sacrificio del cordero. Y en esa cena, según las escrituras, ocurrió el milagro de la Transmutación.

Desde este momento hasta que los primeros textos islámicos mencionaron por primera vez la existencia del cáliz de Cristo es muy difícil rellenar ese hueco. Durante los tres primeros siglos, hasta el Edicto de Milán del año 313, que establecía la libertad de culto en el Imperio Romano, el cristianismo fue una religión perseguida y los cristianos tuvieron que ocultarse. "No existen textos, no existe documentación que hagan referencia al cáliz durante estos primeros cuatro siglos", explica Torres, quien ahora es concejala de Cultura, Patrimonio y Turismo en León por el Partido Popular.

Con el levantamiento de la prohibición comenzó a extenderse entre los fieles las peregrinaciones a Tierra Santa, donde visitaban el Santo Sepulcro, el Monte de los Olivos o Belén. Quienes sabían escribir, comenzaron a documentar sus viajes para poder reproducirlos a la vuelta a sus lugares de origen, sobre todo a partir del siglo V. El primer texto en el que nombran el cáliz es en un pequeño libro llamado ‘Breviarius’, escrito por un peregrino y que relata su viaje a Jerusalén y lo que allí vio. Supuestamente, en alguno de los edificios construidos alrededor del Santo sepulcro estaba expuesto un cáliz, que en teoría correspondía al que utilizó Jesús en la última cena.

Otros peregrinos de Piacenza que durante tres años recorrieron Constantinopla, algunas islas occidentales del Mediterráneo, Beirut y Belén, describen en el ‘Itinerarum Antonini Placentini’ que “en el patio de la basílica hay un pequeño cuarto donde guardan la madera de la cruz y también la Copa de ónice con la que bendijo la cena”. En el año 683, Adomnan, un monje irlandés, asegura en ‘De Locis Santis’ que en el Santo Sepulcro hay “otra capilla [...] en la cual se conserva la Copa del Señor [...] que Él bendijo y dio con sus propias manos durante la cena que tuvo con los apóstoles en la víspera de su pasión”.

Beda ‘el Venerable’ fue un monje benedictino del siglo VII que vivió en el monasterio de San Pedro Wearmouth, también recomendaba la visita de la capilla de Cristo del Santo Sepulcro para contemplar la copa del Señor. En el siglo IX, el ‘Commemoratium’, de autor anónimo, asegura que el cáliz sigue en la capilla del Santo Sepulcro. Es la última vez que aparece descrito en textos de la época. Carlomagno mandó confeccionar una lista de todas las iglesias y templos que guardaban reliquias y el personal custodio. Pero a partir de eso momento, cuando las guerras entre persas, musulmanes y cristianos se recrudecen en la zona y se destruyen iglesias y monumentos, se pierde la pista de la reliquia. Hasta aquí, todo previamente documentado.

El viraje sorprendente se produce cuando Torres y Ortega buscaron a alguien con amplios conocimientos de árabe para que investigara en la Universidad Al-Azhar en El Cairo. Allí, un becario —del que no especifican el nombre en todo el documental— encuentra dos papiros del siglo XIV. El primero de ellos, atribuido a Saladino, sultán de Egipto y Siria, en el que recuerda el episodio de hambruna que sufrió Egipto en el año 1054 a causa de una sequía, que tan sólo intentó paliar el emir de la taifa de Dénia fletando un barco con víveres para alimentar a la población hambrienta. En él Saladino habla sobre un fragmento faltante en el Santo Grial desprendido a por Bani-I-Aswad, jefe de la expedición musulmana que lo llevó de Egipto a Dénia como recompensa al emir por la ayuda ofrecida.

El segundo hace referencia a un texto perdido del historiador árabe Ibn al-Quizti (1172-1248), es decir dos siglos antes, sobre la entrega del cáliz por parte del emir a Fernando I de León (1016-1065), para firmar con él la paz, evitar la conquista y encontrar un aliado. A Torres y Ortega se les encendió la bombilla: ¿podría haber pasado la reliquia por León? ¿Podría estar aún en León?

Después de seguir con las pesquisas, dilucidaron que el regalo del emir había pasado a manos de la hija de Fernando I, Urraca de Zamora. Y uno de los objetos más preciados por la infanta leonesa, conservada en la colegiata de San Isidoro de León, es un cáliz compuesto por dos copas de ónice —¡de ónice, como indicaban los primeros textos que mencionaban el Santo Grial— unidas por la base y adornadas en el siglo XI con oro, piedras preciosas y un camafeo de imitación romana sobre el grabado de 'In nomine dei Urraca Fredinandi’ (En nombre de Dios, Urraca de Fernando).

Los historiadores leoneses consiguieron los permisos para que un orfebre desmontase el cáliz y se encontraron con... la muesca de la que habla el papiro de Saladino. ¿Será o no será? "A mí me ha supuesto una aventura maravillosa", reconoce Torres en 'Onyx, los reyes del grial'. Lo que tienen claro es que "es un objeto judío, diseñado para el pueblo judío, utilizado por un judío, que era Jesucristo, utilizado en una ceremonia importante para ellos. Es un objeto que se convierte en el epicentro de la Eucaristía, que es el corazón del cristianismo y ha conseguido salvar los vaivenes de la tercera religión monoteísta, que es el islam, y que fue protegido por él, y alguien tan grande como Saladino confió en él y alguien como el emir de Dénia ayudó a que llegase a su destino": León.

          

Otra versión. León se adjudica su propiedad y surgen discrepancias.

Una investigación asegura que el cáliz medieval de doña Urraca expuesto en San Isidoro es la copa de Cristo. Los historiadores la califican de fraude

Hace tres años que la estrella de la colegiata de San Isidoro, en León, ya no es su afamado panteón real, conocido como la capilla sixtina del románico por sus espectaculares murales. Le ha robado protagonismo el cáliz de doña Urraca, una enigmática joya de la orfebrería medieval que ha pasado de exhibirse en una vitrina con el resto del tesoro del museo a brillar en solitario. Los visitantes se la encuentran ahora, entre exclamaciones de admiración, en el centro de una sala, protegida por cristales antibalas y cuidadosamente iluminada desde todos los ángulos.

Muchos de los turistas creen estar ante el mismísimo Santo Grial. Otros se toman con más cautela las explicaciones de la guía. “No digo que el origen no sea del siglo I, pero eso de que hayan acreditado que es el cáliz de la última cena...”, dice Julián, un visitante que acaba la frase arrugando la nariz. Un libro publicado en 2014 por una profesora de historia medieval y un historiador del arte es el responsable de que las visitas a San Isidoro crecieran un 27% ante la posibilidad de contemplar la mayor reliquia de la cristiandad. Aseguran haber demostrado, con “asepsia científica”, que el cáliz de doña Urraca esconde la mítica copa.

Su trabajo, sin embargo, se enfrenta a acusaciones de fraude por parte de medievalistas y arabistas tanto españoles como extranjeros, que han publicado críticas feroces a Los reyes del Grial, el ensayo en el que Margarita Torres y José Miguel Ortega han plasmado su investigación histórica. En la última, de hace apenas unas semanas, el arabista del CSIC Luis Molina les acusa de “groseros errores” al interpretar textos árabes. Tan “estridentes” que, asegura, no se pueden atribuir “únicamente a la ignorancia o la despreocupación por la verdad”. “El interés en forzar la traducción, en retorcerla y torturarla hasta que diga lo que se quiere es evidente”, añade el especialista de la Escuela de Estudios Árabes de Granada.

Torres y Ortega aseguran estar muy tranquilos. Se toman las acusaciones “a risa”, dice Torres. Defienden que el grial lleva casi diez siglos escondido en León. Oculto, pero a la vista. Según su trabajo, que califican de “definitivo”, el cáliz que antaño se custodiaba en la Iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén viajó primero a Egipto y después, a mediados del siglo XII, el califa fatimí se lo envió al emir de la taifa de Denia como regalo de agradecimiento.

Egipto sufría una grave hambruna por una sequía extrema y el entonces califa, Al-Mustansir, pidió ayuda a las taifas. Solo Denia le respondió fletando un barco con víveres. El emir, a cambio, pidió que le mandaran la reliquia cristiana, porque quería congraciarse con el entonces gobernante más poderoso de la península Ibérica, Fernando I, rey de León, padre de la infanta doña Urraca.

La copa de Jesús sería, por tanto, un sencillo cuenco de piedra de ónice que Urraca, para protegerlo, habría entregado junto con sus joyas al orfebre que diseñó el cáliz que se conserva en San Isidoro. Se trata de la parte superior, tal y como explica la guía del museo —que evita hablar de “grial” aunque da por buena la investigación de Torres y Ortega—, que quedó a la vista pero a la vez cubierto por una lámina de oro “para que jamás ningunos labios tocaran el vaso original”.

Los autores del libro basan su entramado argumental en dos pergaminos egipcios que una tercera persona, el arabista Gustavo Turienzo, encontró por “azar” en una biblioteca de El Cairo y tradujo inicialmente.

Turienzo publicó un artículo en la revista del Instituto Egipcio de Estudios Islámicos en 2015 en el que afirmaba que de esos pergaminos “no puede deducirse, en modo alguno, que éste [el cáliz] fuera finalmente trasladado a la Península Ibérica, y menos aún que fuese entregado a Fernando I”. Turienzo rehusó hablar con EL PAÍS de su papel en esta investigación:

“¿Qué investigación? Es una tomadura de pelo, un disparate. Cíñase a lo que escribí en mi artículo”.

El historiador leonés Carlos Javier Taranilla de la Varga, uno de los primeros que criticó el libro, cree que los autores deberían haber presentado el trabajo como un relato novelado y no como una investigación histórica. Coincide con él Alejandro García Sanjuán, profesor de historia medieval en la Universidad de Huelva, que en una reseña en la Revista de Libros se extraña de que los autores no sean aficionados sino especialistas: “Incurren en una lamentable confusión entre conocimiento histórico y fantasía que, dada la formación de ambos autores, no puede atribuirse al descuido o la ignorancia”.

Para el medievalista de la Sorbona Patrick Henriet el libro es directamente “un fraude”. “No tiene nada de científico, ni en el propósito ni en los métodos”, explica a EL PAÍS. ¿Tiene errores? “Son más falsificaciones que errores”, asegura, y apunta a varios posibles motivos: “Afán de gloria, dinero, patriotismo local...”. “Fuera de España, en los ambientes académicos, esta controversia provoca mucho más la risa que la consternación”, añade. A Carlos Ayala, catedrático de Historia Medieval de la Universidad Autónoma de Madrid, tampoco le merece “ninguna credibilidad”. “Pretende convertir en historia lo que es mera tradición literaria. Algo inconcebible para un historiador profesional”, añade.

Cinco ediciones

Los Reyes del Grial lleva ya cinco ediciones en España, con unos 6.800ejemplares vendidos, y ha sido editado en Reino Unido y en Estados Unidos. Jesús Ejido, propietario de la editorial Reino de Cordelia, no quiere entrar en controversias. El trabajo está publicado como ensayo. “Si tiene base histórica o no, me da igual. Tiene un atractivo legendario y turístico muy grande”, asegura Ejido. Y añade que se fía de las credenciales académicas de los autores. A la entrada al museo de San Isidoro, un póster publicita el trabajo, que se puede comprar, en español e inglés, en la tienda de regalos. Una pastelería de la ciudad ha fabricado réplicas dulces del cáliz, bautizadas como “chocogrial”.

También hay voces que defienden la investigación, como el historiador James Tabor, que ha sido entrevistado para la película que se está ultimando sobre el libro. “El problema es que los académicos consideran la búsqueda del Santo Grial una pérdida de tiempo y no profesional, como buscar el arca de la alianza o el santo sudario. Muchos aficionados han publicado obras no académicas, pero esta investigación me parece sólida como una roca”, asegura por correo electrónico. Tabor, profesor de Estudios Religiosos en la Universidad de Carolina del Norte (EE UU), es conocido por sus libros sobre los orígenes del cristianismo y por asegurar haber descubierto otro sepulcro de Jesús en Jerusalén.

Película sobre el Cáliz

La película que recrea la investigación, titulada Onyx, los reyes del Grial, tiene como protagonista al actor estadounidense Jim Caviezel. María de Medeiros interpreta a la profesora Margarita Torres, que un año después de publicarse el libro se metió en política y ahora es concejal de Cultura de León. De hecho, el supuesto cáliz de Cristo tuvo su protagonismo en la campaña electoral de las municipales de 2015 cuando el ahora alcalde, Antonio Silván (PP), anunció que el turismo de la ciudad se iba a volcar con el grial. “Soy un auténtico convencido de la fuerza que en todos los sentidos tiene el Santo Grial”, dijo en una entrevista con el Diario de León. La candidatura León en Común llegó a preguntarle “si el grial es su única apuesta electoral” y a acusarle de “perseguir el grial como si se creyese Indiana Jones, mientras el resto de la riqueza se está pudriendo”.

Ortega rechaza las insinuaciones de montaje y asegura que todas las críticas proceden de la envidia y las ansias de venganza de Turienzo por no tener mayor crédito en el libro. “Sabíamos que iba a generar polémica y estamos abiertos a la discusión académica, pero ¿cómo voy a discutir con quien de inicio me llama mentiroso o me dice que he cometido fraude? Nos acusan de cosas gravísimas, de cambiar traducciones. Estamos pensando en ir a los tribunales”, afirma.

Torres asegura que conservan todos “los archivos y correos originales” que demuestran que no han alterado nada: “Quien afirme lo contrario tendrá que mantenerlo y demostrarlo. Y esa es una acusación muy grave con consecuencias”.

Mientras tanto, ajenos a la polémica, los turistas llegan a San Isidoro atraídos por la misteriosa copa. “Los que han leído el libro preguntan por el grial. Nosotros evitamos esa palabra por sus connotaciones fabulosas, de origen artúrico. Este es un museo eclesiástico; no definimos una verdad histórica”, dice Luis García Gutiérrez, canónigo director del museo de San Isidoro.
                                           
 

FUENTES:
ABC, EL PAIS y LA OPINION
Illescas, Mayo de 2021


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