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jueves, 25 de noviembre de 2021

EFEMÉRIDES - DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA Y FALLECIMIENTO DE ISABEL LA CATÓLICA

El pasado 21 de Octubre subí un artículo de la revista Efemérides y manifesté mi intención de seguidamente subir otro recibido el mismo día sobre Isabel la Católica y el descubrimiento de América. Sin estar seguro del porqué, no lo subí, y hoy he leído que mañana será el 517 aniversario de su muerte, por lo que me he decidido a hacerlo ya que encaja en ambos temas, efemérides e historia.

OTRAS EFEMÉRIDES DE 1.492

En el mismo año de 1492, además del fin de la Reconquista, se producen otros hechos históricos aún más trascendentes: el descubrimiento de América y la publicación de la Gramática de la lengua española de Antonio de Nebrija. Acontecimientos, en comparación con los anteriores menos significativos, son la expulsión de los judíos, la unificación de los reinos peninsulares y la oficialización de la religión católica como la única en España. Comienza la era de España en el mundo entonces conocido, y su papel como potencia económica, política y militar va a ser, comparativamente hablando, superior al de los Estados Unidos de hoy. 


Isabel es nieta de una inglesa, la reina Catalina de Lancaster, e hija de una portuguesa, la reina Isabel de Braganza (o Isabel de Portugal), a su vez nieta de la inglesa Felipa de Lancaster, por lo que poco había en ella de sangre castellana, aunque el hecho de nacer en la Castilla profunda (Madrigal de las Altas Torres) le imprime un carácter castellano puro. Sus cuatro hijas y su hijo se casan con los príncipes de las casas reales de potencias europeas como Portugal, Inglaterra y Alemania, aunque la política matrimonial de Isabel y Fernando no es ninguna novedad dentro de la historia medieval de España si observamos los casos de sus antepasados, desde la época de la dinastía borgoñona de Alfonso VI, Urraca, Alfonso VIII y Enrique III de Trastámara. Gracias a dicha política matrimonial, España extiende su dominio y su influencia por Europa. Hay que reconocer sin duda que Fernando el Católico fue un político-diplomático de primer orden, además de un reconocido gran soldado que ayudó mucho a que España fuera una gran potencia europea y mundial.

Descubrimiento del nuevo continente

Dentro de los hechos trascendentales ocurridos en 1492, el descubrimiento del nuevo continente sin duda es el más importante. La relación de Isabel con Colón, ambos casi de la misma edad, viene desde 1485, cuando Colón se hallaba en Moguer, un pueblo costero de Huelva, después del fracaso de su intento por convencer al rey portugués de realizar la navegación en busca de rutas occidentales para alcanzar Catay y Cipango. 

A través de los monjes del monasterio de La Rábida consigue contactar con los Reyes Católicos, que estaban por la zona de Granada, para presentarles el proyecto de navegación, pero en aquella época de plena guerra de Granada los Reyes no mostraron demasiado interés. Colón lo intenta en repetidas ocasiones, convenciendo a la nobleza más cercana a los Reyes, pero pasan siete años de espera desesperada que casi le hacen abandonar el proyecto y acaba ofreciéndoselo a otros reinos como Francia o Inglaterra. Mientras que Isabel demostró siempre interés, curiosidad y simpatía por el plan, Fernando mostró un total desinterés, quizá porque sus reinos mediterráneos y los territorios pirenaicos del Rosellón y la Cerdaña ocupaban su mente debido a los conflictos con Francia y la amenaza turca, entre otros problemas. 

Finalmente, por iniciativa de Isabel se convoca un consejo para tomar decisiones sobre el proyecto de Colón. Los expertos se reúnen y dan una respuesta negativa a los Reyes, quienes rechazan de nuevo el plan de Colón considerándolo inviable. Cuando ya no quedaba ninguna posibilidad para materializar el proyecto colombino, Isabel, obviando la decisión tomada por el comité, convence a Fernando y da apoyo a Colón para que realice el viaje. Colón, una vez conseguida la aprobación, pide a cambio una serie de derechos y choca de nuevo con la negativa del rey, ya que una de las cosas que solicita es el título de almirante del océano y virrey de todos los territorios conquistados. La negativa de Fernando se debía a que su tío Enríquez tenía el mismo título, y que un extranjero de clase baja como Colón pretendiera equipararse con su tío no era aceptable.

Después de algún tiempo Isabel vuelve a convencer a Fernando y por fin aceptan conceder todas las exigencias de Colón firmando las capitulaciones de Santa Fe en abril de 1492, ya terminada la guerra de Granada, con lo que comienza una aventura nunca realizada en la historia de la humanidad hasta entonces. Se calculaba que necesitarían varios meses de navegación según los expertos cosmógrafos, pero los barcos de entonces solo posibilitaban entre diez y quince días de travesía debido a su capacidad de almacenamiento de víveres y de agua potable. Y, por supuesto, la vuelta no estaba garantizada. 

El milagro fue que, antes de alcanzar la meta buscada, Colón se encuentra con las islas del continente americano en la mitad del camino y por ello se salva. También tuvieron la suerte de poder regresar, ya que si hubiera ocurrido cualquier accidente en el mar en el viaje de vuelta, no se habría sabido nada del descubrimiento. La visión de Isabel en aquel momento seguramente no llegó tan lejos ni fue tan premonitoria como luego algunos han interpretado, ya que no contaba con elementos suficientes para poder imaginar la inmensa trascendencia que iba a suponer tal descubrimiento: nada menos que el nuevo continente americano, el océano Atlántico y el posterior avance hacia el océano Pacífico con sus islas y el continente asiático. 


Un acontecimiento grandioso y capital en la historia acababa de suceder gracias a la iniciativa de Isabel, hecho ejecutado por Colón, súbdito de los Reyes Católicos. Castilla va a ser la madre de las nuevas tierras y su lengua castellana será su medio de comunicación.

Un cáncer de útero acabó con Isabel «la Católica», la reina más poderosa de su tiempo

La castellana es la prueba de que el poder y las responsabilidades excesivas, (tampoco ayudaron las infidelidades de su marido), desgastan a nivel físico. A su muerte con 53 años, la Reina aparentaba mucha más edad de la que tenía. 

Isabel de Trastámara llevaba reinando en Castilla durante treinta agotadores años cuando le alcanzó la muerte en Medina del Campo el 26 de noviembre de 1504. Tenía 53 años y había ocupado el trono desde 1474, después de superar numerosas dificultades, guerra contra los partidarios de Juana «la Beltraneja» mediante. En el momento de su muerte, los obstáculos del reinado y su insistencia por desplazarse siempre montada a caballo por los lugares del reino habían afectado gravemente su salud, tanto a nivel físico como psicológico –sobre todo a raíz de la prematura muerte de dos hijos y un nieto en torno a esas fechas–. Según los síntomas descritos por las fuentes de la época, la castellana falleció de una hidropesía (retención de líquido en los tejidos) a consecuencia probablemente de un cáncer de útero. 

Sin embargo, nunca es sencillo hacer un diagnóstico solo con fuentes escritas, como no es fácil hacer un perfil psicológico de personajes históricos. Todavía en la actualidad existen dudas sobre la dolencia que consumió a la Reina en un plazo de tres años, desde que se mostraron los primeros síntomas. La descripción de la enfermedad que hace el humanista Pedro Mártir de Anglería respalda la versión de que fuera este tipo de cáncer: «El humor se ha extendido por las venas y poco a poco se va declarando la hidropesía. No le abandona la fiebre, ya adentrada hasta la médula. Día y noche la domina una sed insaciable, mientras que la comida le da náuseas. El mortífero tumor va corriéndose entre la piel y la carne». 

Antes de encontrarse en este estado, Isabel I de Castilla llevaba dos años sufriendo episodios de fiebre prolongada. Además, la castellana creyendo que se trataba de los achaques de la edad vio cómo por esas fechas se le hincharon las piernas, aumentó de peso y le aparecieron úlceras en las extremidades, las cuales fueron atribuidas a sus viajes a caballo.


Todo ello hizo que la Reina tuviera dificultades para caminar y se viera obligada a usar una litera para desplazarse. Cuando ya no pudo subir ni a la litera y tuvo que permanecer en el lecho, apareció «la sed insaciable», señalada por Mártir de Anglería en su texto. Un síntoma asociado normalmente a las alteraciones del eje hipotálamo-hipofisiario o a una lesión renal crónica. En el primer caso, las causas más frecuentes de lesión son las traumáticas y los tumores selares y paraselares. 

Con sed insaciable, insomnio, fiebres y dolor en un costado, los médicos de la Reina dejaron escrita una pista reveladora pocos meses antes de su fallecimiento. Habían localizado un tumor visible, pero no concretaron su localización ni el carácter de la lesión. A juzgar por estas informaciones, el secretismo en torno a la ubicación del tumor evidencia que probablemente se trataba de un cáncer de útero o de recto que, a causa del histórico recato de la Reina, se negó a poner bajo el tratamiento debido y a hacer pública su naturaleza. Un contemporáneo, el doctor Álvaro de Castro, que no llegó a tratar a la monarca directamente, fue más allá en sus estudios y afirmó que «la fístula en las partes vergonzosas y cáncer que se le engendró en su natura» estaba provocado por cabalgar en exceso durante las campañas militares en Granada. Un ejercicio de especulación médica que va más allá de las pruebas disponibles. 

Pero la hipótesis del cáncer, la más aceptada entre los historiadores, no es la única que se ha barajado. A los 41 años de edad, Isabel I sufrió de fiebres tercianas (malaria o paludismo) que, aunque tratadas en su momento, pueden provocar posteriormente sed abrasadora, convulsiones (la Reina registró al menos una, fechada en octubre de 1504), palidez y cambios metabólicos. El paludismo, sin embargo, no explica todo el cuadro clínico y se deben considerar más posibilidades sobre la enfermedad que afectó a la Reina Isabel, por ejemplo: una vasculitis, primaria o secundaria, como sopesa el doctor Jaime G. Gómez en «Historia Clínica de la última enfermedad de la Reina»; las complicaciones de una diabetes sin tratar, o incluso la peste, puesto que en la villa de Medina del Campo y sus alrededores sufrieron durante aquel año un rebrote de la terrible pandemia.

Si bien no tuvo influencia en los orígenes de la dolencia, cabe recordar que la paciente tenía graves problemas emocionales desde las prematuras muertes de su hijo Juan, el príncipe heredero, de su hija mayor Isabel y de su nieto Miguel, que también había sido nombrado heredero, en el transcurso de pocos años. La depresión reactiva o trastorno de ánimo deprimido se produce como respuesta a un acontecimiento negativo de la vida del sujeto, no teniendo por qué brotar inmediatamente después del acontecimiento desencadenante, y puede entorpecer el tratamiento de otras enfermedades.
 
Las infidelidades de su marido, Fernando «el Católico», tampoco ayudaron a que la Reina templara sus nervios. Fernando tuvo al menos tres hijos extramatrimoniales, porque el aragonés «amaba mucho a la reina su mujer, pero dábase a otras mujeres» –como dice el cronista–, entre ellos uno que se convirtió en arzobispo de Zaragoza. Algo que la castellana nunca pudo soportar y le provocó varios arranques de celos. Así y todo, los historiadores coinciden en que la pareja mantuvo un afecto mutuo hasta los últimos días de Isabel. «Su muerte es para mí el mayor trabajo que en esta vida me podría venir…», escribió entonces el aragonés. 

La incipiente enfermedad mental de su hija Juana, que en el lecho de muerte de la Reina ya mostró un comportamiento extraño, fue otro de los quebraderos que hostigó la salud de la castellana. En el testamento de la Reina se estipula que, si bien la heredera del trono era su hija Juana, el Rey Fernando administraría y gobernaría Castilla en su nombre hasta que el Infante Carlos cumpliera veinte años. Las continuas discusiones de Juana con los Reyes Católicos –a causa del malsano amor que profesaba a su marido– y su inestabilidad mental habían convencido a Isabel de ceder la regencia de Castilla a Fernando. No en vano, la falta de apoyos entre la nobleza castellana y la llegada del marido de Juana, Felipe «el Hermoso», hicieron que Fernando no pudiera cumplir con la voluntad de su esposa. 


Su testamento además disponía que la enterraran en Granada, en la iglesia de San Francisco, mientras se construía una Capilla Real en la catedral de esa ciudad. Allí serían trasladados sus restos en 1521 por su nieto Carlos I, donde descansan junto a los de su esposo Fernando, su hija Juana y su nieto Miguel.

FUENTES: 
Autor: Yutaka Suzuk

ABC Actualizado: 04/01/2017 17:58h

Illescas, Noviembre 2021




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