En esta última Entrada del 2021, doy visibilidad a un personaje femenino con raíces de mi tierra y de quien no sabía absolutamente nada, circunstancia que dado el pozo sin fondo que ocupa mi ignorancia, tampoco resulta extraño.
Desde los años 50 que recabé en Madrid gracias a una beca de estudios, comencé a leer nomenclaturas de La Latina en diferentes lugares y espacios, pero hasta hoy que he recibido este artículo de Revista de Historia, no había asociado ese adjetivo con personaje alguno.
Beatriz
Galindo, la Latina
Beatriz Galindo nació en Salamanca hacia 1465, era hija de Juan López de Gricio, hidalgo de origen zamorano. Se la conoció con el sobrenombre de la Latina. No se conoce mucho de su vida hasta su entrada en la corte de la reina Isabel en 1486. Se supone que estudió en Salamanca.
Pronto demostró su sorprendente capacidad intelectual en materia de gramática y latín. Sus padres no eran ricos, pero pudieron educar a sus hijos adecuadamente y pensaron enviar a Beatriz Galindo a un convento para que pudiera seguir sus estudios, ya que en aquella época las mujeres no tenían otro lugar donde poder estudiar que no fueran los conventos.
A sus 16 años ya dominaba el latín, lo que asombraba al claustro de la Universidad de Salamanca, y su fama ya era conocida en toda la ciudad. Hasta entonces no había sido concebible una mujer culta que no fuera religiosa a la vez. Beatriz será la primera mujer laica culta, aunque estuvo a punto de meterse monja para poder seguir sus estudios.
Su vida cambió radicalmente cuando recibió el llamamiento de la reina Isabel, que, interesada en conocerla y en recibir clases de latín, la nombró preceptora de sus hijos. Así comienza la vida de Beatriz Galindo a sus 21 años al lado de la reina Isabel. En principio su única misión era la enseñanza del latín a la reina y a sus hijos, pero después de una continua y estrecha relación con Isabel la Católica quedó demostrado el valor intelectual de Beatriz.
La reina supo apreciarlo y empezó a contar
con ella para los proyectos de modernización de la gobernación del reino que
los Reyes estaban pensando introducir. La idea era ir reduciendo el poder de la
alta nobleza e incorporar la nueva generación de intelectuales profesionales,
procedentes de la nobleza media. Se pensaba en universitarios con formación
académica en diversas materias y que fueran capaces de asumir responsabilidades
en la futura política de los Reyes Católicos. Beatriz Galindo formaba parte de
la nueva generación de esa nobleza media que rodeaba a los Reyes, quienes
deseaban modernizar la estructura del gobierno que hasta ese momento había
estado en manos de la alta nobleza tradicional.
Los monarcas de la Edad Media no podían
hacer casi nada sin contar con la alta nobleza, que dominaba todo el reino, y
no podían perjudicar sus intereses. Isabel y Fernando se dieron cuenta de ello
y aprovechando la coyuntura de la guerra civil, en la que la mayoría de la
nobleza rebelde acabó rindiéndose ante los monarcas, les resultó relativamente
fácil sustraerles esa parcela de poder y hacer un cambio radical en la
administración del reino. Consiguieron aumentar el poder real basándose en este
nuevo sector compuesto por nobles medianos.
Para crear un gobierno que supiera administrar los recursos del reino, poner orden en la sociedad civil y establecer la nueva jerarquía del Estado bajo el mando de los Reyes, necesitaban personas de alto nivel académico y total fidelidad a la monarquía. Las Cortes de Madrigal, celebradas por primera vez en 1476 después de la victoria de Toro contra los portugueses, originaron la base de la nueva estructura del reino, de la reforma profunda que pretendían acometer Isabel y Fernando en todos los campos de la sociedad medieval arcaica de Castilla.
Para alcanzar tal cometido necesitaban
gente nueva sin vinculación con el pasado ni compromiso con la alta nobleza
tradicional. La reina Isabel necesitaba a Beatriz Galindo para fomentar la
cultura a través del conocimiento del latín, al que hasta entonces las mujeres
no habían tenido acceso. Sobre todo en el campo de la religión la reina
promocionó la intervención de las mujeres de la corte, ya que el poder político
seguía siendo privativo de los hombres. No encontró ninguna otra mujer con el
nivel cultural y la formación académica de Beatriz Galindo.
En 1495 Isabel decide casar a Beatriz con
un héroe de la guerra de Granada, el artillero Francisco Ramírez de Madrid,
para mantenerla dentro del círculo de las personas de confianza que rodeaban a
la reina. Francisco era uno de los más fieles servidores de los Reyes, que
había apoyado a Isabel en la guerra de Sucesión en contra de los partidarios de
la causa de Juana la Beltraneja, y que fue nombrado consejero de los Reyes y
secretario de Fernando tras su gran contribución en las batallas de Zamora y de
Toro.
Fue un hombre de total confianza de Isabel
y Fernando antes de que subieran al trono de Castilla. Beatriz Galindo y
Francisco, después de pasar unos años de matrimonio en la corte de los Reyes,
decidieron fundar un hospital en Madrid, del que Francisco fue regidor, pero en
1501 este fallece y Beatriz tuvo que abandonar el proyecto para más adelante,
dedicándose a atender a su familia, ya que sus hijos eran pequeños aún.
Aunque Beatriz Galindo no nació en Madrid,
al morir su marido, que tenía un vínculo importante con la villa, se asentó
definitivamente allí. Gracias a las relaciones de la familia de su marido y al
apoyo de la corona pudo contribuir a mejorar el entramado urbano y religioso de
la villa. Su importante patrimonio, ganado por su contribución a las tareas de
gobierno, fue destinado a las fundaciones religiosas que ella administraba.
Luchó para que se reconociera a su hijo
Fernando regidor del Consejo Madrileño, heredando el cargo de su padre. No
cambió su vida privada y continuó siendo viuda para no perder la tutela de sus
hijos y el bienestar de la familia, a pesar de que Beatriz Galindo solo tenía
36 años cuando enviudó y pudo haber contraído nuevo matrimonio con algún personaje
de la corte.
En la vida privada y familiar tuvo algunos
problemas con sus nueras después de que murieran sus dos hijos. Las nueras
reclamaban la herencia de la parte proporcional de los bienes de Beatriz para
sus nietos. Las fundaciones religiosas recibían la mayor parte del capital de
Beatriz, lo que sus nueras consideraban injusto, alegando que debían
corresponder a la familia de sus hijos. Tras la muerte de la reina en 1504,
Beatriz Galindo se retiró de la vida pública y se dedicó a promover fundaciones
religiosas y conventos en Madrid. Funda el hospital que había planeado con su
marido hacía tiempo y reside en la fundación del hospital para ayudar a la
gente necesitada y proteger a las mujeres desvalidas. Sin ser religiosa, las
actividades de Beatriz fueron el fruto de la política religiosa que la reina
Isabel le encomendó y en ellas colaboraron juntas.
Después de la muerte de la reina, Beatriz
continuará la misma política en Madrid. Fue la mujer más culta del siglo XV y
principios del XVI. Gracias a su enseñanza, personalidades a nivel europeo como
la reina Juana (casada con el archiduque Felipe el Hermoso), Catalina de Aragón
(esposa de Enrique VIII de Inglaterra) y María (mujer de Manuel de Portugal)
hablaban latín, lo que hoy equivaldría al inglés, además de la propia reina
Isabel, que no conocía dicha lengua antes de la llegada de Beatriz a la corte.
Y esto porque Isabel, al no ser la heredera de la corona cuando nació, no fue
educada en su infancia para ser reina, mientras que Fernando sí que hablaba el
latín porque fue educado para un día ser rey.
Uno de los preceptores de Fernando fue el filósofo catalán Vidal de Noya, que dominaba el latín. Tras la muerte de la reina Isabel, tanto el regente cardenal Cisneros como Fernando y más tarde Carlos V tuvieron un gran respeto a Beatriz Galindo y solicitaron su consejo, consultando documentos relacionados con la reina Isabel e incluso llegándola a visitar en el hospital donde residía.
Fue una gran humanista y seguidora de la
política religiosa de la reina Isabel, cumpliendo el deseo de esta de crear
conventos y fundaciones hospitalarias con el fin de ayudar sobre todo a las
mujeres desprotegidas de la época. El 23 de noviembre de 1535 muere en Madrid a
los 70 años.
El sobrenombre de la Latina se conserva en Madrid porque da nombre, entre
otros, a un distrito, a una famosa plaza céntrica, a una estación de metro y a
un teatro.
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